Música de Fondo: GLORIANNA Himno a la Mujer. VANGELIS

 

 

 

     
   

 

44/2008

Para HiMena: la MuchachaDolor que nos alumbra

 

 

DE QUÉ ESTÁS HECHA

 

 

 

¿De qué carne, de qué sangre estás hecha

que percibo en mi carne tu dolor

como si ese dolor que te circunda

 fuera en mi vida carne de mi carne?

 

           ¿De qué luz estás hecha?

 

Iluminas mi insomnio

             con esa imperceptible mansedumbre

que fluye de tu entorno suave y cálido.

 

                        Lejana.

  Pero estás.

                                                                         

Con esa forma tuya de esconderte

en los pliegues furtivos de tu pena

que ocultas con un celo laborioso

¡Ausente!

Pero estás

                    cada vez más presente:

 

            Con tu altiva humildad.

 

           Con tu paso perplejo, quebradizo,

inquebrantable.

 

Con esa risa tuya tan doliente.

Con un locuaz silencio

capaz de disolver todo el terror

que sobrecoge el cauce del crepúsculo.

 

Muchacha de los ojos encendidos,

la de las manos recias, e inmediatas

expresamente hechas para el tacto,

la de sonrisa tímida, rural y callejera

que se para en la esquina del amor

a hablar con cualquier niño extraviado…

Muchacha-Hogar-Caliente

de corazón abierto a la llegada

pero cerrado al viento de la huida.

 

¡Mujer tenaz! ¡Destello entre las sombras!

 

¡Madre de un Universo redimido

sobre un entorno hostil que tú amansaste

a fuerza de mirarlo!

 

Muchachas como tú, Muchacha insólita,

no debieran pensar en otros mundos

siendo como eres ya NosotrosMismos

llama con que templar nuestros inviernos.

Agua para la sed, candil nocturno.

            

                   Siendo como ya eres

                      custodia de la luz que nos alumbra.

 

 

Gaviola en Marineda. En un 26/06/2008.

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 En mi Blog <POEMAS CON IMAGEN>

http://poemas-con-imagen.blogspot.com

he puesto este Poema leído en el homenaje que le dieron sus amigos.

 

69/2008

 

ESTÁBAMOS TAN HECHOS TODOS

 

Se me quedó la mano suspendida

en el aire.

 

Iba a escribir sobre el teclado

“Amiga, buenos días”

sin acordarme

de que ya no te asomas al espacio,

con la primera luz

recién bruñida.

De que sin darte cuenta

(sin intentar huir, posiblemente,)

te dejaste quebrar por la estocada

de un acero fatal y anticipado

forjado en abandonos,

templado con tu carne y con tu sangre.

Certero

para atinar a herirte

de muerte

allí donde la vida se hizo frágil

vulnerabilidad de madre sola.

 

Estábamos tan hechos

todos

a esperarte detrás de la pantalla,

a verte amanecer

en el interespacio incomprensible…

 

Estábamos tan hechos

todos

a dejarnos mecer por tus historias

de unicornios

retozando en la voz oscurecida

de la inhabitual Mercedes Sosa;

de faros

en los que te abrasabas evocando,

-eterna Abderitana-

el Faro del amor en que naciste.

De hombres por amar,

(y de algún desamor encarnizado

que te libó la vida poco a poco).

De padres que se fueron

dejándote la infancia a la deriva

llagada y  sin timón.

Y de hijas

que fueron dolorosas

tempestades

como todas las hijas de este mundo,

lo mismo de insensatas

que todas las audaces golondrinas

que saltan de sus nidos

persiguiendo mosquitos luminosos.

Como fuimos tú y yo

 (Tú sabes lo que digo).

 

Estábamos tan hechos

todos

a verte con los labios apretados

para no derramar

el vacío del fruto de tu vientre

pura desolación

(como todos los frutos inmaduros

que ensañan su rigor de acidez verde

en yermas deserciones uterinas

antes de ser regreso

y añoranza

de madre que se fue).

 

Estábamos tan hechos

todos

a vivir de lo tuyo,

a respirar tu olor -arena y mar-

a hablarnos con las gentes de tu entorno

como si fuera nuestro,

a respirar tu aliento retoñado

-congoja y yerbabuena-. Y a saliva

de párvulos

que te decían “Maestra” sin saber

que de verdad estabas impartiendo

la lección magistral de haber vivido

como un párvulo más

dentro de un cuerpo

que acabó traicionándote,

que arrastrabas

en los últimos días

como si fuera un cántaro vacío

de ti, de tu ternura,

con esa dignidad

de princesa de cuento

sin un final feliz…

 

¡Estábamos tan hechos

todos

a dejarnos querer

por ti, sencillamente!

 

Estábamos tan hechos a tenerte

que no nos dimos cuenta que te ibas.

 

Y ahora…

 

Iba a escribirte “Amiga, buenos días”

y acabé dibujando en el vacio

un recuerdo frutal

un epitafio:

 

Aquí yace Victoria

impenitente

como si no se hubiera arrepentido

del pecado mortal e inevitable

en Ella

de haber amado tanto.

 

 

Gaviola en Marineda. En un 29 de Noviembre de 2008.

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Poemas y Cosas

De qué estás hecha

Estábamos tan hechos todos