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                    ESCRIBIR
                    UN LIBRO 
                    
                    
					Llegado
                    el día… 
                    Yo me arrodillo, altiva, ante vosotros, 
                    
                    
					hermanos
                    de la voz enaltecida, 
                    
                    
					dioses
                    de la palabra hecha clamor, 
                    
                    
					genitores
                    de mundos intangibles. 
                    
                    
					Y
                    os persigno 
                    
                    
					con
                    la cruz de mi avidez sonora, 
                    
                    
					vuestras
                    audaces frentes  
                    
                    
					abiertas
                    al latido de las musas; 
                    vuestras bocas atónitas 
                    silenciadas en versos, 
                    vuestro pecho asequible 
                    donde apenas dormitan los abrazos anónimos. 
                    
                    
                     
                    Hice
                    de mi arrogancia sonido taciturno, 
                    
                    
					bebí
                    de vuestras fuentes sin hartarme, 
                    
                    
					os
                    ofrecí,  
                    
                    
					en
                    el cuenco inseguro de mis manos, 
                    
                    
					el
                    pan de cada día, recién cocido; 
                    
                    
					Pude
                    ser diosa, al fin, 
                    
                    
					cuando
                    del tosco barro de mi voz 
                    
                    
					le
                    di forma al aliento de un poema 
                    
                    
					y
                    lo exhibí, desnudo, 
                    
                    
					en
                    la casta lujuria de un cuaderno vacío. 
                    
                    
					No
                    perdono la deuda del silencio; 
                    
                    
					no
                    reclamo clemencia a los insomnios. 
                    
                    ¡Hágase,
                    hoy, por siempre la palabra! 
                    
                    
					Y
                    benditos, vosotros, los poetas, 
                    
                    
					semejantes
                    a dioses. 
                    
                    Vuestra
                    raíz es ya mi arquitectura. 
                    
                    
					No
                    necesito más. Ya he procreado 
                    
                    
					sobre
                    la pulpa del árbol de la vida. 
                     
                    Solo
                    pido 
                    
                    
					un
                    papel y una pluma, 
                    
                    
					y
                    la tinta fecunda de mi sangre, 
                    
                    
					para
                    poder rezarle al Universo. 
                     
                                                                               
                    
                    
					Gaviola Mayo 2005  
                    
					Vosotros
                    lo sabéis, Compañeros Escribidores del Foro Literario
                    SENSIBILIDADES: Dada como soy a las proclamas y a las
                    abundancias, y al hilo del título que nuestro sabio Xabier
                    tuvo a bien otorgarme, me proclamo desde hoy y desde aquí SEÑORA
                    DE MÁGINA MÁGICA,
                    señorío imaginario que levanta sus almenas en el Título
                    de mi Libro, y que no tiene más dones ni fronteras que los
                    recuerdos de un tiempo vivido en una tierra única. 
                    
					Vengo
                    de un lugar que se llama MÁGINA, ese ser y no ser de
                    tierras de entredicho, de sierras ariscas, de tierras de
                    frontera, dónde todos venían a librar sus particulares
                    querellas, para acabar quedándose, fascinados por el
                    silencio que se alza después de la batalla y de la herida. 
                    
					Vengo
                    de un tiempo que se llamaba INFANCIA y que ha crecido
                    conmigo dejando en mi recuerdo la semilla de lo que, siendo
                    pasado es tan presente como yo misma. 
                    
					MÁGINA
                    ME PREÑÓ. Y yo, como mujer de bien y de pueblo, no tenía
                    más remedio que parir, sin anestesia, una criatura de papel
                    y de tinta que, por arrancar a hablar, se duele del
                    recuerdo. 
                    
					HERMANA:
                    allí crecimos. ¿Lo recuerdas? 
                    
					HIJASTRA
                    que, con tu amor, te hiciste redentora de la eterna
                    malquerencia de la palabra MADRASTRA, cuyo título me honro
                    ahora en ostentar. O CaperuCientaBlanca, como me
                    gusta llamarte, reuniendo en ti la fantasía de mis cuentos
                    y terrores infantiles: ahí tienes los cuentos que no pude
                    contarte. Porque yo, que no parí hijos, si hubiera parido
                    alguno de carne y hueso, me hubiera gustado que fuera como tú.
                    O como mi taciturno Juanito… 
                    
					Y
                    no te me enfurruñes tú, Jesús, COMPAÑERO: que a fin de
                    cuentas, a ti te he dedicado lo mejor mi vida y de mis
                    letras.  
                    
					Gracias
                    AMIGOS todos. 
                    
					A
                    TODOS VOSOTROS, compañeros de las letras, de los que bebo
                    sin saciarme nunca. Y que habéis comprobado que Mágina Mágica
                    es como un cotilleo pueblerino de lo que pudiera haber
                    pasado en aquellas tierras de mi Jaén natal. Es la jerga
                    del hablar por casa; es el vuelco del corazón recordando lo
                    que solamente una gran mentirosa -como lo es esta Autora-
                    podía contar sobre gozos y heridas. 
                    
					Y,
                    hablando de heridas, quiero una vez más, -ya sé que inútilmente-,
                    acariciar la que siempre nos dejan los que se fueron, con
                    este último recuerdo para quien hoy no puede estar aquí, y
                    que es parte esencial en una de las historias de mi Libro:
                    <EL PERRO QUE TENÍA UN NOMBRE EQUIVOCADO> 
                    
                    
                    RECUERDO 
                    PARA MI MADRE 
  
    
      
		
        
          | 
             COMO
            PLUMA DE GORRIÓN 
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            Como
            pluma de gorrión: 
            así fue Madre. 
             
            Un poco gris; un poco despeinada. 
            Ingrávida y liviana, 
            con esa levedad  de la
            ternura 
            que tienen en su piel algunos viejos, 
            y en sus plumas todos los gorriones. 
             
            Recortada en sus bordes un poco desdentados; 
            recogida en sí misma. 
            Descolorida y pálida 
            como el tallo del trigo por Agosto 
            transparente a la luz del medio día. 
            Sujetándose al eje de un amor infinito 
            que recorría su centro 
            y era su propia esencia. 
             
            Sostén de nuestras horas; 
            extraña fortaleza 
            instalada en un cuerpo diminuto y doblado 
            desde que floreciera 
            en los fecundos brotes de la vida 
            hasta que fue muriéndose, 
            perdida en soledades alargadas, 
            debajo de los chopos 
            que bebían de su acequia. 
             
            Pausada, entre murmullos apenas percibidos, 
            atravesando el aire de nuestra antigua casa, 
            desplazándose en vano 
            hacia inciertos destinos 
            que la tullían de miedo. 
            ¡Cayéndose de vieja 
            sobre las hojas secas de un prematuro otoño 
            camino de su invierno solitario! 
            Arrebatada hebra 
            de seda consumida 
            atando, mansamente, 
            la carrera del tiempo. 
             
            Arrancada a la fuerza 
            de las cálidas alas 
            de una vida preñada y provechosa, 
            en la que fue, en silencio, 
            holgado nido de mullido fondo, 
            y arrojada al espacio 
            de un dolor miserable. 
             
            Como pluma de gorrión: 
            así fue Madre.    
                   
                           Gaviola
            de Aznaitín 
           | 
         
      
     
   
                      
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